martes, 20 de septiembre de 2022

Tiempos inciertos, vidas inestables

Actualmente vivimos en un mundo de preocupaciones, donde, como escenario principal, tenemos a la pandemia por COVID-19, que ha sido un agente fundamental en la provocación de retrocesos del desarrollo humano en casi todos los países, y aún continúa generando nuevas variantes imprevisibles que desencadenan incertidumbre.

Por otro lado, la guerra en Ucrania y en otros lugares del mundo se suman al sufrimiento humano en medio del caos causado por el cambio del orden geopolítico y un sistema multilateral sometido a grandes presiones. Asimismo, el aumento de temperaturas, incendios y tempestades sin precedentes, significan señales de alarma sobre sistemas planetarios que poco a poco están fuera de control.

Todas estas crisis agudas se transforman en la base oportuna para dar paso a las incertidumbres permanentes, de diversos niveles y que se relacionan mutuamente a escala mundial, conformando así, un panorama de tiempos inciertos y vidas inestables.

Está claro que la incertidumbre y los tiempos inciertos no son temas nuevos, puesto que, los seres humanos han sentido preocupación desde tiempos inmemoriales, y esto gracias a las pestes y las plagas, la violencia y la guerra, las inundaciones y las sequías que se han ido desarrollando a lo largo de la historia. En suma, estos acontecimientos han devastado algunas sociedades, sin embargo, otras tantas han asumido las nuevas y preocupantes realidades logrando desarrollar formas ingeniosas de navegar por aguas desconocidas.

La confluencia de la pandemia por COVID-19 y la guerra en Ucrania son muestras devastadoras del complejo de incertidumbre al que hacemos frente. Ambas situaciones ponen en tela de juicio los límites de la gobernanza mundial actual, especialmente en el suministro mundial, puesto que se ha provocado el aumento de los precios tanto de la energía, alimentos, fertilizantes, materias primas y otros bienes.

Dentro de los estragos causados por la pandemia de COVID-19 y la guerra en Ucrania tenemos que, miles de millones de personas hacen frente a la mayor crisis del costo de la vida en una generación, puesto que ya sufren inseguridad alimentaria, debido a las desigualdades de riqueza y poder que determinan el disfrute del derecho a la alimentación. Asimismo, la sensación de inseguridad crece en casi todo el mundo, una predisposición que lleva preparándose aproximadamente durante un decenio y que se antepone a la pandemia de COVID-19 y a los problemas cotidianos del desarrollo humano global.

Nos encontramos viviendo tiempos inciertos, la pandemia de COVID-19, vigente aún y en su tercer año, continúa produciendo nuevas variantes. La guerra en Ucrania resuena en todo el mundo, produciendo un inmenso sufrimiento humano, incluida una crisis relacionada con el costo de la vida.

El mundo se ve amenazado todos los días por desastres climáticos y ecológicos. Múltiples niveles de incertidumbre se acumulan e interactúan, desestabilizando nuestras vidas de maneras sin precedentes. El final de la crisis se está haciendo esperar en todos los países.

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